Laudate Deum

DAVID SANTIAGO TOVILLA

Fotografía:  Mike Newbry 

El 4 de octubre el papa Francisco presentó el documento Laudate Deum. De nuevo, expresa su firme posición y señalamientos en torno al cambio climático que incide en la vida del planeta. No como algo que ocurrirá algún día, sino una afectación ya cotidiana que aún carece de medidas que correspondan con su dimensión.

El texto de 2023 se emite semanas antes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2023, más conocida como COP28, a realizarse desde el 30 de noviembre en Dubái. En consecuencia, Laudate Deum resume con sentido crítico las reuniones anteriores cuyos logros son insuficientes.

El documento difundido este mes incluye una actualización y confirmación de datos presentados hace ocho años en un texto impecable llamado Laudato Si. De hecho, los apuntes de 2015 se mantienen como base y referencia para su actual exhorto ante un panorama en que «no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre».

Francisco mantiene la perspectiva de considerar las afectaciones al planeta como un como un problema social global «íntimamente relacionado con la dignidad de la vida humana».

Dedica párrafos suficientes para definirse frente a posiciones que menosprecian la magnitud del problema y el activismo al respecto: «Por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes. (…) En los últimos años no han faltado personas que pretendieron burlarse de esta constatación. Mencionan supuestos datos científicamente sólidos, como el hecho de que el planeta siempre tuvo y tendrá períodos de enfriamiento y de calentamiento.

»Olvidan mencionar otro dato relevante: que lo que estamos verificando ahora es una inusual aceleración del calentamiento, con una velocidad tal que basta una sola generación —no siglos ni milenios— para constatarlo. El aumento del nivel del mar y el derretimiento de los glaciares pueden ser fácilmente percibidos por una persona a lo largo de su vida, y probablemente en pocos años muchas poblaciones deberán trasladar sus hogares a causa de estos hechos. (…) En los últimos cincuenta años la temperatura aumentó con una velocidad inédita, sin precedentes en los últimos dos mil años».

El papa asume una posición clara porque el negacionismo es algo también cotidiano, como pudo apreciarse en las expresiones del candidato a presidente de Argentina, Javier Milei, en el segundo debate, realizado el domingo 8 de octubre.

Francisco dice: «Me veo obligado a hacer estas precisiones, que pueden parecer obvias, debido a ciertas opiniones despectivas y poco racionales que encuentro incluso dentro de la Iglesia católica. Pero ya no podemos dudar de que la razón de la inusual velocidad de estos peligrosos cambios es un hecho inocultable: las enormes novedades que tienen que ver con la desbocada intervención humana sobre la naturaleza en los dos últimos siglos. Los elementos de origen natural que suelen provocar calentamiento, como las erupciones volcánicas y otros, son insuficientes para explicar la proporción y la velocidad de los cambios de las últimas décadas».

Fotografía: Chris Gallagher

Insiste en el impacto de la tecnología. Agrega una reflexión sobre el poder en un apartado denominado El aguijón ético: «La decadencia ética del poder real se disfraza gracias al marketing y la información falsa, mecanismos útiles en manos de quienes tienen mayores recursos para incidir en la opinión pública a través de ellos. Con la ayuda de estos mecanismos, cuando se piensa iniciar un emprendimiento con fuerte intervención sobre el ambiente y altos efectos contaminantes, se ilusiona a los pobladores de la zona hablando del progreso local que podrá generarse o de las posibilidades económicas, laborales y de promoción humana que esto significará para sus hijos.

»Pero en realidad no parece interesarles de verdad el futuro de estas personas, porque no se les dice con claridad que detrás de ese emprendimiento quedarían una tierra arrasada; unas condiciones mucho más desfavorables para vivir y prosperar; una región desolada, menos habitable, sin vida y sin la alegría de la convivencia y de la esperanza; además del daño global que termina perjudicando a muchos más».

Laudate Deum es más coyuntural. La exposición formal, detallada y sólida está en Laudato Si. Aquel documento se mantiene incólume al igual que el apunte hecho, entonces, en este espacio:

La encíclica de Francisco, Laudato Si, adquiere otra dimensión porque:

a) el escrito no está concebido para consumo interno, la aspiración expuesta por su autor es que pueda interactuar con todas las personas con independencia de su creencia religiosa;

b) está muy bien separada la reflexión intelectual de las secciones con fundamento creyente;

c) refleja el respetuoso equilibrio que, en la actualidad, se mantiene entre ciencia y religión; atrás quedaron los tiempos de los dogmas. Por todo ello, el texto Sobre el cuidado de la casa común es de referencia necesaria.

La virtud del pliego es que no se reduce a un tema, tampoco es una simple toma de posición, mucho menos es la reiteración de los lugares comunes sobre el calentamiento global.

Por eso hay que leerlo: porque constituye una de las muy raras visiones integrales sobre el mundo actual, a partir de una perspectiva ciudadana, crítica. Durante la lectura, la capacidad de exposición lograda por Francisco hace que se olvide que proviene de un religioso y pareciera más un artículo de una prestigiada revista de debate, sobre elementos constitutivos de la vida del siglo XXI. ¡Qué documento!

Laudato Si se construye desde doscientos cuarenta y seis párrafos numerados para evitar dudas y facilitar sus alusiones. Retomemos sólo algunos de los que no se circunscriben a lo ecológico. En el 47, el papa aborda el asunto del avasallamiento perturbador de la digibasura: “los medios del mundo digital, cuando se convierten en omnipresentes, no favorecen el desarrollo de una capacidad de vivir sabiamente, de pensar en profundidad, de amar con generosidad. Los grandes sabios del pasado, en este contexto, correrían el riesgo de apagar su sabiduría en medio del ruido dispersivo de la información.

Fotografía: Matt Palmer

«Esto nos exige un esfuerzo para que esos medios se traduzcan en un nuevo desarrollo cultural de la humanidad y no en un deterioro de su riqueza más profunda. La verdadera sabiduría, producto de la reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre las personas, no se consigue con una mera acumulación de datos que termina saturando y obnubilando, en una especie de contaminación mental. Al mismo tiempo, tienden a reemplazarse las relaciones reales con los demás, con todos los desafíos que implican, por un tipo de comunicación mediada por internet.

»Esto permite seleccionar o eliminar las relaciones según nuestro arbitrio, y así suele generarse un nuevo tipo de emociones artificiales, que tienen que ver más con dispositivos y pantallas que con las personas y la naturaleza. Los medios actuales permiten que nos comuniquemos y que compartamos conocimientos y afectos.

»Sin embargo, a veces también nos impiden tomar contacto directo con la angustia, con el temblor, con la alegría del otro y con la complejidad de su experiencia personal. Por eso no debería llamar la atención que, junto con la abrumadora oferta de estos productos, se desarrolle una profunda y melancólica insatisfacción en las relaciones interpersonales, o un dañino aislamiento».

El párrafo 92, es para tenerlo presente en el México de 2023: «Cuando el corazón está auténticamente abierto a una comunión universal, nada ni nadie está excluido de esa fraternidad.

»Por consiguiente, también es verdad que la indiferencia o la crueldad ante las demás criaturas de este mundo siempre terminan trasladándose de algún modo al trato que damos a otros seres humanos. El corazón es uno solo, y la misma miseria que lleva a maltratar a un animal no tarda en manifestarse en la relación con las demás personas. Todo ensañamiento con cualquier criatura es contrario a la dignidad humana».

El papa coincide, en el 105, con la tendencia cada vez mayor de lo nocivo de la carencia de límites, reglas, ordenamientos: «El hecho es que el hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto, porque el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia. Cada época tiende a desarrollar una escasa autoconciencia de sus propios límites.

Fotografía: Muhammad Numan 

»Por eso es posible que hoy la humanidad no advierta la seriedad de los desafíos que se presentan, y la posibilidad de que el hombre utilice mal el poder crece constantemente cuando no está sometido a norma alguna reguladora de la libertad, sino únicamente a los supuestos imperativos de la utilidad y de la seguridad. El ser humano no es plenamente autónomo. Su libertad se enferma cuando se entrega a las fuerzas ciegas del inconsciente, de las necesidades inmediatas, del egoísmo, de la violencia.

»En ese sentido, está desnudo y expuesto frente a su propio poder, que sigue creciendo, sin tener los elementos para controlarlo. Puede disponer de mecanismos superficiales, pero podemos sostener que le falta una ética sólida, una cultura y una espiritualidad que realmente lo limiten y lo contengan en una lúcida abnegación».

Francisco subraya la necesidad de pensar, reflexionar, en el punto 113: «La humanidad se ha modificado profundamente, y la sumatoria de constantes novedades consagra una fugacidad que nos arrastra por la superficie, en una única dirección.

»Se hace difícil detenernos para recuperar la profundidad de la vida. Si la arquitectura refleja el espíritu de una época, las mega estructuras y las casas en serie expresan el espíritu de la técnica globalizada, donde la permanente novedad de los productos se une a un pesado aburrimiento. No nos resignemos a ello y no renunciemos a preguntarnos por los fines y por el sentido de todo. De otro modo, sólo legitimaremos la situación vigente y necesitaremos más sucedáneos para soportar el vacío».

Parte del problema mundial es el consumo casi como condición de vida. Lo expone en el rubro 203: «Dado que el mercado tiende a crear un mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos, las personas terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios. El consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecno económico».

Esto se completa en el punto 222: «La constante acumulación de posibilidades para consumir distrae el corazón e impide valorar cada cosa y cada momento. En cambio, el hacerse presente serenamente ante cada realidad, por pequeña que sea, nos abre muchas más posibilidades de comprensión y de realización personal. La espiritualidad propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco.

«Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres». También agrega en el 223: «La felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que ofrece la vida».

Como se aprecia Laudato Si es más que el documento ecológico del papa. Es una invitación a revisar cómo se vive y actúa desde cada individualidad.

Es una apuesta por frenar las inercias y hacer uso de la libertad con responsabilidad al actuar. Es no desvincular los problemas de su origen.

Es recordar que los problemas del mundo actual provienen de los actos humanos y no de los actos técnicos del hombre.

Por eso, en el nuevo texto, Laudate Deum, Francisco concluye: «El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día».

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