DAVID SANTIAGO TOVILLA
El 19 de abril se cumplieron veinticinco años del fallecimiento de Octavio Paz. El tiempo, lejos de distanciar su obra, contribuye a subrayarla como parte del patrimonio de conocimiento de los mexicanos.
En tiempos cuando prevalece la escasez de argumentos y enorgullecen los dichos ocurrentes, se extrañan en mayor medida aportaciones como la suya. Pocas personas han abordado tantos asuntos con profundidad y universalidad. Pueden elegirse términos de las relaciones, costumbres, expresiones sociales, ideas o hechos y revisarse en los trabajos de Paz, para corroborar que sus palabras estimulan al pensamiento.
Para Octavio Paz no hubo territorio cognoscente
vedado. La totalidad de la actividad humana fue materia de reflexión para él. Ese
mundo de ideas, expuestos en libros, ensayos, entrevistas están reunidos en quince
tomos de sus Obras
completas. Con los subrayados, tras su lectura, se desprende
un valioso prontuario con los temas esenciales de la humanidad, entre ellos:
Tiempo: «El tiempo no
está fuera de nosotros, ni es algo que pasa frente a nuestros ojos como las
manecillas del reloj: nosotros somos el tiempo y no son los años sino nosotros
los que pasamos. El tiempo posee una dirección, un sentido, porque es nosotros
mismos» (Tomo I).
Futuro: «El valor supremo no es el futuro sino el presente; el
futuro es un tiempo falaz que siempre nos dice «todavÃa no es hora» y que asÃ
nos niega. El futuro no es el tiempo del amor: lo que el hombre quiere de
verdad, lo quiere ahora. Aquel que construye la casa de la felicidad futura
edifica la cárcel del presente» (Tomo VIII).
Mal: «Ni las estrellas ni
los átomos, ni las plantas ni los animales, conocen el mal. El universo es
inocente, incluso cuando sepulta un continente o incendia una galaxia. El mal
es humano, exclusivamente humano. El mal se toca, el mal duele. El mal es la
deshumanización. El matadero y el campo de concentración son instituciones
precedidas siempre por una operación intelectual que consiste en despojar al
otro de su humanidad, para poder esclavizarlo o exterminarlo como si fuese un
animal. Se trata de una operación circular: negar la humanidad del otro es
negar la nuestra» (Tomo IX).
Felicidad:
«La sed de felicidad está inscrita en la naturaleza humana. El ansia de
felicidad es también ansia de inmortalidad. Queremos ser felices para siempre.
Pero vivimos sobre esta tierra y en ella la felicidad, como todo lo demás, no
es eterna. A lo más que podemos aspirar, aquà y ahora, es a vislumbres y
atisbos momentáneos de ese estado de perfecta beatitud» (Tomo VIII).
Amor: «El amor es una
atracción hacia una persona única: a un cuerpo y a un alma. El amor es
elección; el erotismo, aceptación. Sin erotismo –sin forma visible que entra
por los sentidos– no hay amor, pero el amor traspasa al cuerpo deseado y busca
al alma en el cuerpo y, en el alma, al cuerpo. A la persona entera» (Tomo X).
Prudencia:
«Esta palabra, desde Aristóteles, designa a la más alta virtud polÃtica. La
prudencia está hecha de sabidurÃa y entereza, arrojo y moderación,
discernimiento y persistencia en la actuación» (Tomo IX).
Silencio: «El hablar de
ciertas cosas sólo en ciertos momentos era, entre los antiguos, signo de
sabidurÃa tanto o más que de cortesÃa: las palabras tenÃan peso, realidad. Al
desvalorizar el silencio, la publicidad ha desvalorizado también el lenguaje.
Uno y otro son inseparables: saber hablar fue siempre saber callar, saber que
no siempre se debe hablar» (Tomo II).
Respeto: «Siempre queda
algo del pasado. Es mucha soberbia condenar a nuestros antecesores: no sólo
necesitan nuestro juicio, adverso o favorable, sino nuestra piedad. Y piedad
significa simpatÃa: quizá yo hubiera hecho lo mismo que tú, si hubiera estado
allÃ. Hay una norma que hemos olvidado: respetar al adversario y honrar a los
vencidos» (Tomo IX).
Libertad: «La libertad no
es ni una filosofÃa ni una teorÃa del mundo; la libertad es una posibilidad que
se actualiza cada vez que un hombre dice No al poder, cada vez que unos obreros
se declaran en huelga, cada vez que un hombre denuncia una injusticia. Pero la
libertad no se define: se ejerce. De ahà que sea siempre momentánea y parcial,
movimiento frente, contra o hacia esto o aquello. La libertad no es la justicia
ni la fraternidad sino la posibilidad de realizarlas, aquà y ahora. No es una
idea sino un acto» (Tomo IX).
Igualdad: «Estoy por la
igualdad, pero igualdad no quiere decir identidad, homogeneidad. Los hombres
son –y que bueno que lo sean– cada uno distinto al otro; y también qué bueno
que los hombres sean distintos a las mujeres. En una sociedad realmente libre
lo importante serÃa el cultivo de las diferencias; aquello que nos distingue es
aquello que nos une» (Tomo XV).
Odio: «La indignación
es sana pero el odio envenena» (Tomo XII).
Conversación:
«Como el placer de la lectura es solitario, hay que completarlo con el de la
conversación. Por desgracia, el arte de la conversación está desapareciendo; es
lástima porque es una de las mayores recompensas que nos ofrece el trato
humano. Para mÃ, conversar es una de las formas superiores de la civilización.
La decadencia de este arte es otro signo de que nuestra civilización está en
peligro» (Tomo IX).
Estas son algunas de sus reflexiones. A las que se suman las de su campo de acción: la escritura y el arte. A veinticinco años de su ausencia, el trabajo de Octavio Paz dialoga con el mundo.
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