Argentina: ejemplo de las agendas



DAVID SANTIAGO TOVILLA
Fotografía: Nestor Barbitta


El próximo domingo 19 de noviembre se realizará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Argentina. El domingo 12 se realizó el último debate entre los candidatos finalistas: el oficialista Sergio Massa y el opositor Javier Milei.

Sin embargo, los términos en que se realizó el debate dan ejemplo de cómo las agendas de los políticos difieren de la realidad. Son tiempos de lo coyuntural, el chisme, los decires. Los temas de fondo son sepultados en el circo electoral porque no conviene que se rindan cuentas, establezcan responsabilidades y el impacto de las decisiones en la vida cotidiana de la gente.


Sergio Massa es el ministro de Economía del gobierno que está por concluir —por cierto, de un presidente que desapareció de la escena pública desde que lo electoral ocupó todo. Sus credenciales son: 40% de pobreza; la inflación está en 144.5% anual. La moneda nacional se sitúa en 350 pesos por dólar. Cuando Massa asumió el dólar blue, un tipo de cambio del mercado negro, valía 290 pesos; ahora, se encuentra en 920.

Sin embargo, con habilidad, Massa logró dominar el debate y convertirse en el interrogador de Milei. Quien debía responder ante los ciudadanos pasó a ser el cuestionador. Y el que debía exigir respuestas por el golpe a los bolsillos de la gente se dedicó a contestar asuntos hasta personales.


Así, la agenda trató de que si Milei había insultado al Papa argentino y no había pedido disculpas. Si habrá invitación a visitar el país. Si Milei expresó respeto a una Margaret Thatcher que Massa considera enemiga —a pesar de que falleció hace diez años— por haber protagonizado la guerra de las Malvinas en la disputa por la isla con el mismo nombre. Si Milei fue reprobado en un examen en el Banco Argentino de ahí su posición de suprimirlo. Y este candidato presto a decir algo al respecto de cada uno de los temas.


Mirar al pasado, hacia otro lado. Suele ocurrir: la realidad no existe en la agenda política y se desplaza por palabras, propaganda. Los testimonios de compradores y vendedores de comestibles en Argentina documentan, en este año, que casi nadie puede comprar un kilo completo: las compras son por fracciones o por piezas de carne o verduras. El kilo de lechuga, por ejemplo, pasó de 1.63 dólares a 2.30.


También, la alarmante crisis de inseguridad en donde el Estado ha perdido la batalla frente a la delincuencia. Barrios, calles a merced de las bandas, que se dan el lujo de amenazar hasta a la familia del astro Lionel Messi para provocar temor en la ciudadanía.


Las elecciones, por lo visto, a los políticos les sirve para acomodarse de acuerdo con sus intereses, sin más, con el único objetivo de mantenerse en el poder. Debieran servir a los ciudadanos para revisar su presente y las responsabilidades en él para no empeñar su futuro en promesas y espejismos.


Ya se verá, en pocos días, qué piensan y deciden los votantes argentinos. Aunque no tienen opciones cualitativas: persistir en la marea ideológica que hace permisiva la corrupción o, por fin, la detienen; u optar por un cambio experimental, no menos incierto.