ALEJANDRO MOLINARI TORRES / A ESTRIBOR
David ha escrito un libro valioso, como lo dice en su tÃtulo, acá está la savia humana, sintetizada en dieciocho rosetones, cada uno de éstos escrito en forma pulcra. Dichos rosetones son como ventanas donde el autor se acerca y nos transmite lo que su memoria ha decantado con el paso del tiempo.
David nos entrega sus más Ãntimos recuerdos, instantes vitales sublimes. En “Carpa” aparece la evocación de un circo, un suceso que lo frustró; en “Horno” el instante desgraciado donde se quemó el brazo al prender el horno de la estufa; en “Tranca” un suceso dramático donde tomó una barra de dura madera para amenazar al padre borracho que golpeaba a la mamá. Todos estos eventos le ocurrieron en su niñez. Esta sucesión de recuerdos es como un archivo calamitoso.
David narra, en forma galana, cada instante. No lo cuenta en primera persona, no dice yo, dice él, se ve a distancia, para tener mejor perspectiva, como si dijera no soy yo al que le sucede esto, es él. Y él, en un momento de la vida, ya no niño, se ve sujeto a una persecución
absurda y él debe refugiarse, el narrador cuenta que él, el protagonista de esta historia, huye
de casa y lleva en su maleta sólo una caja con los quince tomos de la Obra completa de Octavio Paz. En medio del desasosiego, Paz es su compañero intelectual. Con eso nos dice que, incluso en las épocas más oscuras, la luz de los grandes pensadores son la tea que permite seguir caminando.
Y David me envió un poco de su luz, de su savia humana, en una cajita que contiene dieciocho ventanas, en cada una de estas ventanas aparece él. Al término de la lectura supe que habÃa conocido la autobiografÃa de él, del personaje que David eligió para contar su historia, una historia llena de momentos oscuros, donde tuvo que sobreponerse para emerger lleno de vida...
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