‘Ripley’ de Steven Zaillian


DAVID SANTIAGO TOVILLA

Hacia finales de los 90, una gran iniciativa editorial privada colocó a la colección Narrativa actual en las calles de México. Libros en pasta dura, bien presentables, llegaron a los estanquillos con la firma RBA. Dentro de esos volúmenes llegó una autora norteamericana: Patricia Highsmith. Con ella, las historias de un embustero: Tom Ripley.

Tramas con su fuerte en la personalidad del protagonista, así como su sentido práctico que le lleva a hacer lo necesario en función de sus objetivos circunstanciales y la manera de escabullirse de la legalidad.

Patricia Highsmith entró al canon de la novela policiaca y el suspenso desde su primera novela Extraños en un tren, que Alfred Hitchcok llevó al cine.

El 4 de abril, Netflix estrenó la miniserie Ripley, con la dirección de Steven Zaillian. Es la adaptación del libro El talento de Mr. Ripley. El primero de cinco volúmenes del personaje. La variedad de textos de Highsmith permitirá a la empresa la elaboración de varias temporadas. Pero eso dependerá del éxito comercial que logre el producto. Al final se trata de un negocio.

Sin embargo, los términos de la inusual manufactura artística de la miniserie pueden jugarle en contra para una masividad.

Ripley está concebida en blanco y negro en su totalidad. Lo hace porque tiene un trabajo fotográfico espectacular. Cada toma es un elemento plástico de importancia. Alternan muchos encuadres de primer plano, para poner énfasis en los detalles, alternadas con tomas abiertas que son postales hermosas, seductoras.

Es un intenso curso de apreciación estética que indica qué ver y cómo hacerlo. Nada está colocado para llenar espacio o tiempo. Todo construye ese poderoso discurso visual que aporta al desarrollo de la intriga de la historia.

La impresionante fotografía registra: una expresión, el tejido de una cortina, la textura de una almohada, una caligrafía. La riqueza visual está hecha de tal manera que amerita concentración, no perder una sola secuencia. No aplica lo que luego se hace con otras series, que están de fondo mientras se hace algo de momento, como revisar el teléfono móvil. En Ripley, no: distraerse de cualquiera de esos segmentos es, en realidad, perder algún detalle de fondo y forma.


El grato torbellino visual incluye locaciones de Italia en donde se desarrollan los acontecimientos. Ahí, el virtuosismo fotográfico incorpora a la tensión dramática: monumentos, pasillos, objetos.  Incluso se utiliza la mirada de dos animales para formar parte de un hecho no visto pero escuchado y obliga al espectador a trabajar en la conexión mental. Esto es: desde el cine y sus capacidades visuales se hace lo que ocurre con la lectura de un libro. Soberbio.

La historia está apegada a lo escrito por Patricia Highsmith. Está ambientada en los años 60. La licencia agregada por los creativos son las referencias al pintor tenebrista Caravaggio. Lo que acentúa el ingrediente artístico porque Tom Ripley llega incluso a visitar la iglesia Pio Monte della Misericordia en donde permanecen cuadros de gran tamaño, del artista milanés, que son incorporados al muestrario fotográfico.

Caravaggio es utilizado en múltiples referencias que aluden a lo que ocurre en la miniserie: pintar su rostro en los lienzos de un modo u otro, su carácter violento que le asocia con un asesinato, el uso de la luz. Lo más audaz: el artista del barroco, un día desapareció. Dijeron que había fallecido. Nunca se encontró el cuerpo. Algo similar a lo que ocurre a uno de los personajes.

La cuidadosa selección musical de época incluye la escenificación de la melodía Il cielo in una stanza de un icono del pop italiano: Mina Mazzini.

Gran trabajo el que han entregado Netflix y Steven Zaillian, con las actuaciones de Andrew Scott, Johnny Flynn, Dakota Fanning, Eliot Sumner y Maurizio Lombardi.

Ripley es mucho más que recomendable.