Privacidad y exhibición

David Santiago Tovilla
Revista 10. Número 238

© Slawa
En 1944, David Alfaro Siqueiros pintó el mural México por la democracia y la independencia, en el Palacio de Bellas Artes. La imagen central es el torso de una mujer que ha roto unas cadenas. 

Lo relevante: está desnuda y exhibe sus hermosos senos, en primer plano. En la parte superior de los pezones, el artista detalló un brillo que los enfatiza. La modelo fue la propia esposa de Siqueiros. Fue su deseo perpetuarla en esa magnificencia femenina.

 Lo acertado es que nadie le pidió matizara esas areolas por estar en un lugar de alta concurrencia social. Eso se permitió hace setenta años y en México; hoy, en el mundo global y en la era del tránsito digital, Instagram se adjudica el papel de censor de los senos plenos.

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La red social destinada a la circulación de fotografías se erige en promotora de la hipocresía. Censura aquellas tomas que tengan los pezones expuestos. Aunque basta con que la autora los cubra con unas estrellitas para salir al mundo. 

Es decir: no pero sí. Lo prohibido en Instagram son los botones femeninos, aunque todo lo demás se exhiba. Y pueden exponerse, erguidos, radiantes, siempre y cuando vayan debajo de una tela. ¡Cuánta falsedad!. 

De las protestas más notorias fue la de Rihanna, quien se limitó a subir parte de la sesión fotográfica que realizó para la revista italiana Lui. La cantante no toleró la censura y cerró su cuenta para ser congruente. Se perdió, así, una de las mayores activistas fotográficas del Internet.

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El asunto está más allá de las notas de los portales de escándalo. Es de fondo: se trata de la libertad para ejercer el derecho a la privacidad o a la exhibición. 

En plena época del imperio de la imagen, aún hay quienes —unos pocos— son radicales defensores de su rostro y actividades. No comparten en Internet fotografías personales de ningún tipo. Y si no las suben ellos. nadie, ni amigos, conocidos o familiares deben subirlas. Son raros pero convincentes defensores de su derecho a la vida privada y a la imagen personal. 

En el sentido opuesto, están aquellas personas que gustan de mostrar todo, sin excepción de sus partes íntimas, al universo. Es una decisión personal y debiera respetarse su derecho a la exhibición, a su ejercicio de la libre expresión. Cuando mucho, pueden procurarse medidas como la advertencia para mayores de edad que acompaña a algunos blogs. 

Pero compartir los fingidos criterios censores de Instagram, es inaceptable. Por eso Scout Willis, hija de Bruce Willis y Demi Moore, salió a caminar por Nueva York con los senos al aire para que su protesta ante esa marca tuviera resonancia mundial.
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El derecho a la exhibición ha buscado cómo vencer a Instagram, en su terreno. Por un lado, están quienes persisten y si les cierran una cuenta abren otra. Nada les doblega para mostrar sus cuerpos. 

Por otro, ha surgido una variante: la moda se llama “underboob”. Las chicas portan buscan tops pequeños, cortan sus playeras o las enrollan hasta el asomo de los senos o hasta donde lo permite la red social: el inicio de los pezones. Y ahí están, con bríos renovados: miles de fotografías con las redondeces medio expuestas. 

Los “selfies” habituales quedaron atrás. Hay expresiones que no se pueden censurar, máxime cuando la tendencia de la época, desde todos los medios, es sexualizar todo.

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