Centenario de Truman Capote


DAVID SANTIAGO TOVILLA

Truman Capote nació el 30 de septiembre de 1924. Su magnética personalidad suele dejar más espacio a la controversial etapa final de su vida que a su trabajo literario. Por lo que, en su centenario, el énfasis apropiado debe ser la escritura con que logró su lugar en la historia.

Como escritor profesional, Capote tuvo dentro de sus propósitos construir un estilo y realizar un planteamiento narrativo con experimentación técnica. Es decir, prestar atención al número de palabras; los tiempos verbales combinados o solos; la inclusión o no de voces, documentos, testimonios, datos; la frase corta o combinada.

La novela que lo consagró: A sangre fría, es un ejemplo de ello. A la distancia suele decirse que es un texto acerca de unos asesinatos. Pero la genialidad está en exponer un universo sociológico a partir de una nota roja. Un ejemplo de profundización y humanización.

Si se leyera o releyera con otra actitud el libro de Truman Capote y se aprendiera de él, hoy, en este país violento, las víctimas no sólo serían un número estadístico más. Habrían más historias narradas en tanto seres humanos que ya no están porque algo les cortó la vida.

A sangre fría se construyó con un minucioso trabajo de campo que duró seis años. Es una reconstrucción exhaustiva de todas las circunstancias en que ocurrieron los hechos trágicos. La totalidad de los elementos de esa realidad específica están ahí: la personalidad, relaciones, modo de pensar, actividades de las víctimas; las amistades, actitudes, memoria de los asesinos.

Al mismo tiempo que informa de la anécdota, Capote alude los contrastes sociales, las pasiones delictivas, las motivaciones no siempre sustentadas en la verdad.

A sangre fría es aún una gran herramienta de aprendizaje de cómo aproximarse y estudiar un hecho con impacto social. La intención de Truman fue compartida en una conversación con Pati Hili y se encuentra en el volumen de entrevistas denominado El oficio de escritor:

«Después de todo, es un reportaje directo, y al escribir reportajes uno se ocupa de la literalidad y las superficies, de la implicación sin el comentario. En el reportaje no se pueden lograr las profundidades inmediatas que pueden lograrse en la literatura novelística. Sin embargo, una de las razones que me han movido a escribir reportajes es la de probar que podía aplicar mi estilo a las realidades del periodismo». Capote, con ello, nombró novela-documento a su nuevo género narrativo.

A sangre fría se llevó al cine, desde 1967, pero su lectura es irremplazable por la cantidad de detalles y la manera de aportarlos. Aunque en la confección de la película participó el propio Truman Capote —eligió al director Richard Brooks— y sí conserva la esencia del sentido buscado por el escritor, se mueve más como una cinta de acción y policías.

Esta versión tiene otros ingredientes: fue realizada en la casa y el poblado de los asesinatos. Las fotografías del cartel perpetuaron los ojos de los verdaderos asesinos.

Este clásico, puede verse en el siguiente video o en este enlace, con subtítulos en español

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La música es de Quincy Jones quien colocó unos bajos en momentos claves del filme que le dan fuerza e identidad sin igual.

Existe otra película inolvidable, imperecedera: Capote de Bennett Miller. El trabajo narra qué ocurrió con Truman Capote en el proceso de escribir el libro: cómo era su manera de trabajar, la participación de la Premio Pulitzer Harper Lee, el acercamiento emocional que desarrolló con los asesinos, el impacto de esa experiencia en la vida del escritor.

En el filme Capote se perfila muy bien que algo pasó y afectó, en profundidad, a Truman porque, en realidad, fue su libro fulgurante pero el último.

Después de A sangre fría fue otro, junto con sus decisiones y acciones.

De Capote, existe un apunte en este blog, justo cuando falleció el actor Philip Seymour Hoffman, quien obtuvo el Oscar 2006 por esta actuación: «En la película de 2005: Capote, es magistral su desdoblamiento para convertirse en una persona con un particular timbre de voz, amaneramiento y actitud. A partir de esa fecha, fue imposible disociar la forma de ser de Truman Capote del nombre Philip Seymour Hoffman».

Este año, en febrero, se lanzó la segunda temporada de la serie Feud que «examina rivalidades históricas y profundas» de acuerdo con el Internet Movie Database (IMBD).

Se trata de ocho capítulos, con el título Capote vs. The Swans.

La miniserie aborda el conflicto entre Truman Capote y cuatro mujeres de la más alta sociedad neoyorquina que él llego a llamar sus cisnes.

El escritor se hizo confidente, amigo imprescindible, de ellas. Sólo que debía cumplir con el contrato para publicar un nuevo libro. No tenía más que las historias de esta etapa de su vida disipada en un torbellino de celebridad, mucho alcohol y pastillas.

El libro tendría como nombre Plegarias atendidas, pero nunca llegó a conocerse en forma. Lo que existió fue un adelanto que publicó en la revista Esquire.

El problema para Truman es que puso por escrito todo lo que le habían contado aquellas mujeres.

Capote afirmaba que una del círculo había baleado a su esposo y manipuló el caso para presentarlo como un accidente. Dicha persona, Ann Woodward, en la vida real, se suicidó antes de que la publicación circulara.

La miniserie se apega a todo lo acontecido en los últimos años de Capote, hasta su fallecimiento. Sin embargo, debe decirse que la degradación y autodestrucción posterior a la elaboración de A sangre fría es una parte de su historia. Sería un error reducir a Truman Capote a eso y quedarse con la percepción de futilidad, indecencia e improductividad propios de un enfermo alcohólico, en fase terminal.

Existe un documental, de 2019, que reúne esas y otras voces que sitúan de mejor manera esos días aciagos: The Capote Tapes. Dentro de los testimonios, está el del propio Truman que dice: «Soy un escritor. Me acerqué a ellas para escribir sobre eso». Puede verse en algunas plataformas y en un sitio alternativo en este enlace.


Tal vez esos dichos del escritor fueron una mera exculpación. Lo cierto es que Truman Capote hacía eso. Era su manera de trabajar.

En su libro Música para camaleones, incluye un texto titulado Un día de trabajo, en donde apunta todo lo vivido durante una jornada laboral de una trabajadora doméstica:

«Escenario: Una lluviosa mañana de abril de 1979. Camino por la Segunda Avenida de la ciudad de Nueva York, cargado con un capacho de hule para la compra lleno de artículos de limpieza que pertenecen a Mary Sánchez, quien va a mi lado tratando de mantener un paraguas por encima de los dos, lo que no es difícil, pues es mucho más alta que yo: mide un metro ochenta.

»Mary Sánchez es una asistenta que trabaja por horas, a cinco dólares la hora, seis días a la semana. Trabaja aproximadamente nueve horas al día, y visita una medida de veinticuatro domicilios distintos entre lunes y viernes; por lo general, sus clientes sólo requieren sus servicios una vez a la semana».

En unas cuantas páginas, Capote ilustra las dos caras de la moneda: la vida de la trabajadora y de quienes le contratan.

Relata hasta el caso de unos patrones que regresan al domicilio cuando se suponen no estarían y encuentran a Mary y Truman bailando en la sala en uno de esos permisos cuando los dueños no están. En pinceladas escritas, aborda un universo y lo perpetua.

Ese es Truman Capote, el escritor, a quien este 30 de septiembre de 2024 hay que acompañar gustosos en la celebración de su centésimo cumpleaños.